|
Retrato robot de un sospechoso. Gianluca Battista |
Hasta que una de las menores habló de la cicatriz en la cara del
agresor y el retrato robot policial pudo hacerse con mayor precisión,
el caso del pederasta de Ciudad Lineal
se encontraba en punto muerto. A partir de ese momento, la
investigación dio un vuelco y en pocos días el autor de los secuestros
fue detenido en Santander por la Policía Nacional. Esta técnica, manido
recurso narrativo en las películas de cine negro, todavía resulta
crucial para determinados casos. Sin embargo, el avance en los métodos
de investigación y la irrupción de la tecnología han hecho que cada vez
se utilice menos y han soterrado la parte más artesanal de este trabajo.
Los departamentos de policía científica de la
Guardia Civil, el
Cuerpo Nacional de Policía (CNP) y la
Ertzaintza
recurren hoy a programas informáticos con vastas librerías de modelos
de cada parte del rostro que agilizan una reconstrucción en la que lo
más importante es la memoria de la víctima. Pero la técnica original
sobrevive en uno de los cuerpos policiales españoles.
|
El cabo de los Mossos d'Esquadra David Miró realiza un retrato robot. Gianluca Battista |
Sobre la mesa del cabo David Miró hay lápices de 15 grosores
distintos, un difuminador, una goma de miga de pan (para que no
desprenda molestas bolitas) y una eléctrica que elimina los trazos como
si fuera mágica. Ninguno se consideraría artista, pero a la mayoría de
estos policías siempre le gustó dibujar. Otros simplemente han tenido
que aprender y apoyarse en las reglas básicas y los cánones de
proporción de las bellas artes. Y aún así, como bromea Miró, a veces
sale "un churro". Este
mosso d’esquadra es uno de los cinco
miembros de la unidad de identificación facial dedicados a los retratos
robot. Una técnica policial que ya solamente este cuerpo autonómico
sigue realizando a mano, como en las películas. Ha habido de todo, hasta
retratos de gente que no existía y que la supuesta víctima -una
adolescente- inventaba para justificar una escapada nocturna. Dibujan
unos 25 al año y, en algunos casos, todavía resultan decisivos. “En
la investigación del sicario que mató a un hombre en la calle Santaló [en el centro de Barcelona] nos ayudó mucho”, recuerda Miró.
|
Fotografía del asesino de la calle de Santaló |
Sucedió en febrero de 2009.
Un
hombre disparó en la nuca a Félix Martínez Touriño, director del Centro
Internacional de Convenciones de Barcelona en la confluencia de la
calle de Santaló y Travessera de Gracia. Llevaba un pasamontañas que
tiró cuando salió corriendo, al igual que la pistola con la que
perpetró el asesinato. Las únicas pistas de las que disponían los Mossos
fueron un fotograma de pésima calidad de una cámara de vigilancia de un
comercio y el testimonio de varios transeúntes. Con esa información el
departamento de identificación facial elaboró el decisivo retrato robot
de Jorge Andrés Madrid, el sicario colombiano que cobró 9.000 euros por
asesinar a un hombre en pleno centro de Barcelona.
El problema es que el retrato robot no sirve como prueba, sino más
bien para descartar sospechosos. Suele utilizarse para delitos de robo
con fuerza o agresiones sexuales, en los que la víctima ha estado en
contacto muy poco tiempo con el delincuente. Por eso, lo más importante
–y lo más difícil de extraer– es la información que permanece viva en el
recuerdo. “Nuestra mente percibe el rostro de forma global. Y para el
cerebro es complicadísimo descomponerlo. Los retratistas jugamos con el
estado de shock de la víctima. En esas situaciones tu cerebro
actúa como una cámara fotográfica. A lo mejor alguien en una situación
normal no es capaz de describir a su madre, pero otra persona que ha
sufrido ese shock emocional, puede describir a una persona que ha visto unos segundos”, sostiene Miró.
|
Retrato robot del sicario de la calle
Santaló. Mossos d'Esquadra
|
El retrato robot debería ser lo primero a lo que se recurra tras una
agresión para no intoxicar el recuerdo de la víctima. Es importante no
mostrar fotografías para no emborracharla con imágenes, sostienen todos
los investigadores. Y para que sea realmente útil, el testigo/víctima
debería ser capaz de describir, al menos, tres de los cuatro rasgos
básicos: ojos, nariz, boca y forma de la cara. De todos ellos, cuentan
los expertos, los ojoes suelen ser lo más complicado de describir y el
triángulo que forman con el mentón es la parte más característica e
inalterable del rostro.
El dibujo a mano alzada, que también utiliza combinado con otras
técnicas el FBI, tiene algunas ventajas. Se tarda algo más en hacer,
alrededor de una hora y media, pero puede llegar a ser más versátil que
las librerías preestablecidas. Además, nunca parece una fotografía, algo
que suele confundir a las víctimas y encasilla el recuerdo. “Si es un
esbozo, ese abanico se abre. Se hace de forma progresiva y ayuda a que
la víctima recuerde más detalles. Si lo haces por aproximación (
software) con patrones hechos a la víctima le cuesta más llegar a ese recuerdo”, señala Miró.
La Policía Nacional y la Guardia Civil utilizan desde hace años un
programa informático llamado Facette. De hecho, Juan Bastos, el jefe de
la sección de técnicas identificativas del CNP, ni siquiera recuerda a
la última persona que se dedicaba a hacerlos a mano. Y los casos en los
que la policía judicial recurre a este departamento son cada vez menos.
Unas cuatro o cinco al año, explica este experto en la materia. Bastos
lo atribuye a la precisión de las investigaciones, pero también a lo
difícil que resulta hoy en día que una cámara de videovigilancia no cace
en algún momento al delincuente y aporte información suficiente. “Los
investigadores acuden al retrato robot cuando el caso está en punto
muerto, y afortunadamente no sucede demasiado”, señala.
En el CNP cinco personas se encargan de este tipo de identificación. El
software
que utilizan tiene 542 tipos de narices, 691 formas distintas de ojos y
195 bocas. Además, los modelos pueden ser retocados para adaptarse más
fielmente al recuerdo de la víctima, que no siempre es demasiado nítido.
El procedimiento suele tardar alrededor de una hora. “Tratamos que la
sala en la que hacemos la entrevista sea lo más aséptica posible para
que no se distorsionen las imágenes que conserva en el cerebro. Pero es
lento. Siempre hemos considerado que si en 10 minutos hemos hecho el
retrato robot es que no sirve”. O como diría el cabo Miró, es que el
resultado es "un churro".